MI AVENTURA DE ESCRIBIR

Jamás pensé que llegaría tan lejos, cuando en aquellas noches de oscuridad interminable, me dedicaba a plasmar lo que se pasaba por mi cabeza en una página de word.

Como todo/a escritor/a, el fin de nuestro esfuerzo es que nuestros trabajos sean leídos, por cuanta más gente, mejor.

Como sabéis, tengo cinco novelas publicadas, algo inaudito para mí, y creo, que la mayoría de mi familia ni siquiera es consciente de este hecho.
Dentro de muy poco, verá la luz mi sexta novela, LA MISIÓN DEL SAMURÁI

Me encanta esta portada...

Si sois seguidoras de mi trayectoria, sabréis que no suelo escribir un solo género, pues cada una de las seis novelas es completamente distinta a la anterior, ¿por qué? Lo cierto es que no lo sé, mi mente me pide a gritos que escriba y yo obedezco. Como llegan las ideas, como se forma una historia, es un asunto complejo hasta para mí.

Como ya he dicho otras veces, sois escritora, pero escribo según mi estado de ánimo, si estoy feliz, el resultado es una historia feliz, si por el contrario estoy triste, las escenas serán más tristes, todavía no he logrado escribir lo opuesto a lo que siento, y de momento no pienso hacer la prueba.

La misión del samurái es una historia divertida, con aventuras, personajes mágicos, leyendas, magia, una pizca de romance, pero sobre todo, diversión, risas y situaciones de lo más cómicas, aunque también, como no puede ser de otra manera, algo de drama.

No diré si es mejor o peor que las otras, es como elegir entre nuestros propios hijos. Cada una es distinta y a su manera, representan una parte de mí.

Mi aventura a la hora de escribir está siendo muy gratificante, y eso me anima a continuar, a superarme, a esforzarme y a seguir aprendiendo.

Está claro que no hay nada como cuando una lectora te dice que ha disfrutado mucho con la historia, que le ha gustado, que ha llorado y reído. Mi ego, que normalmente duerme, suele bailar una danza extraña para celebrar dichas palabras. Pero a mí lo que me gusta, es cuando, de manera constructiva, te matizan las cosas que pueden ser mejoradas. Porque cada día se aprende una cosa, y nunca podemos dejar de hacerlo.

El otro día mi sobrina Nerea, que siente una pequeña afición a escribir historias, me comentaba que cuando se sienta a escribir, su mente se llena de ideas y no puede dejar de plasmarlas en el papel, como si lo que le pasa, fuera algo extraño.
Me eché a reír.
Mi contestación fue la siguiente:

-Eso es lo que te convierte en escritora, la necesidad de escribir todo lo que te pasa por la mente, la facilidad de montar historias, inventar personajes y situaciones. Escribir es un don, como para otros puede ser pintar cuadros magníficos, diseñar moda, sacar fotografías fantásticas, etc... la escritura es un arte, y no hay nada más gratificante que dedicarte a desarrollar esas habilidades.

Me miró con alivio, porque no todo el mundo es capaz de entender la facilidad con la que nos sumergimos en nuestros mundos y desaparecemos del real.




Escribir es un sueño, que en mi caso se ha hecho realidad, al que no pienso renegar jamás y con el que disfruto, aprendo, me realizo y me hace ser mejor persona, porque soy feliz. 

Los escritores somos para algunas personas, unos espécimenes raros, con los que no te encuentras normalmente y a los que hay que tener especial cuidado.
Me explico.
El otro día fui al médico, en una de mis habituales visitas, y la especialista en cuestión me preguntó mi profesión, para saber qué clase de pastillas me podía recetar.
Yo, sin pensar, le dije:
-Soy escritora.
 La médica levantó la cara del informe y me miró.
-¿En serio?
-Pues sí.
-¿Qué escribes?
-Novelas.
-¿Cuántas tienes publicadas?
-Cinco.
-María, apunta su nombre, tenemos que buscarla, no todos los días tenemos cara a cara a una escritora.
A todo esto, cuando estaba a punto de irme, le dijo a la pobre María:
-Dale un salvoconducto.
¿?
Sí, me quedé paralizada. Y ella al ver mi desconcierto me explicó.
-Con esta cartulina, si ves que no te hacen efecto las pastillas, podrás llamar y te atenderé en cuanto pueda. No se lo doy a nadie, pero voy a hacer una excepción. Sin él, tendrías que seguir los trámites comunes, osea, pedir cita a través de tu médico de cabecera.

Ni que decir tiene que me fui más contenta que unas castañuelas. Hasta el momento, y solo para los que sentís curiosidad, no he necesitado el salvoconducto.

Las situaciones por las que paso, o pasamos si generalizamos, aunque cada persona es un mundo, para algunas es desconcertante.
Cuando hay reuniones, ya sea familiares o de amigos, y yo estoy en pleno proceso creativo (me gusta llamarlo así), no es extraño que parezca que presto atención, sin embargo estoy a miles de kilómetros. Luego, cuando todo termina y mi marido intenta comentar conmigo la experiencia, lo cierto es que me lo tiene que contar todo desde el principio, porque no me he enterado de nada.
Y en ese mismo proceso creativo, cuando por fin puedes sentarte frente al ordenador o libreta, y dar rienda suelta, me pongo los cascos con una laaaaaaaaarga lista de música, y mis hijas me tienen que llamar porque se me ha olvidado comer o cenar.
O perdonan mis olvidos, como pueden ser reuniones, cumpleaños... porque mi cabeza está sin duda en otros lugares.
O cuando las noches no sirven para dormir porque mi mente bulle de actividad, con imágenes, ideas y escenas que tengo que escribir antes de perderlas para siempre, y mis hijas se levantan al baño y me ven sentada en la cama escribiendo como una posesa en la libreta que tengo encima de la mesita de noche. O mi pobre marido se da la vuelta, abre un ojo, me ve de esta guisa, y se gira para poder dormir con un suspiro.

Mi aventura de escribir... única, maravillosa, y especial, así es como es y así es como me siento.

Gracias a todas las personas que con su cariño, comprensión y apoyo, me ayudan a seguir cumpliendo mi sueño, en especial a mi maravillosa familia, a mis queridas plumillas y las/os lectoras/es.









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